—¿Es eso todo? ¿Estás segura? No parece particularmente espectacular. Más bien como una flor inofensiva. ¿Estás realmente segura, Lai?
El erudito fijó su mirada severa en la alta dama rubia, esperando en silencio su respuesta. Se mantuvo expectante, observando la figura elegante en el rincón sombrío de la habitación. Tal vez, después de todo, no fuera cierto. Tal vez se había equivocado. O quizás, en su vejez, su mente simplemente se había vuelto demasiado suspicaz.
—Míralo, querido hermano. Hermoso, como una flor. Delicado, como una pluma. Una cosa tan pequeña y suave.
Lai sonrió suavemente mientras hablaba, pero su expresión se fue oscureciendo gradualmente, proyectando una sombra sobre todo lo que la rodeaba.
—Y sin embargo, su naturaleza es completamente maligna. Nació de lo mancillado, lo corrompido. Vive en los cuerpos de los impíos que han pasado. Descansa entre los enemigos vencidos. Creímos haberlo destruido. Fue un grave error. Algo sobrevivió en la quietud. Algo nunca murió. Todos fuimos engañados.
Mientras el silencio se prolongaba, Lai observó al novicio con el corazón apesadumbrado.
—Y… mi preciado compañero, no solo debemos temer al mal que se alza afuera, sino también estar atentos al enemigo en nuestro interior. La duda y el engaño caminan entre nosotros, tan silenciosos y mortales como esta esencia.
El discípulo se removió incómodo, luchando con el peso de la sospecha que ahora recaía sobre él. Su confianza anterior comenzaba a desmoronarse mientras la confianza se erosionaba bajo la solemne mirada de Lai.
—Esta esencia es una prueba tanto de nuestra integridad como de nuestra fuerza. No solo ataca el reino físico, sino que busca corromper el alma misma. Debemos protegernos no solo de la oscuridad que trae, sino también de la oscuridad dentro de nosotros mismos. Me temo que algunos de nosotros ya hemos perdido esta batalla. Temo que el enemigo esté más avanzado de lo que pensamos. Ha penetrado en nuestras filas y está lanzando ataques desde todos los ángulos concebibles.
Ella se aferró al corazón con su mano izquierda mientras su semblante cambiaba a uno de desafío.
—Ay, mi infortunado compañero… ¡No hay tiempo para cobardes! Ensilla tu corcel y comparte este mensaje con nuestras comunidades: debemos mantenernos vigilantes y alertas a partir de ahora. Cuando llegue el momento, debemos atacar como uno solo. Y ese momento no está lejos…
Todo empieza a tener sentido. He oído de avistamientos de demonios que superan con creces todo lo que hemos enfrentado antes. Me han informado de señales y movimientos en un reino temible que conducen a una única conclusión: el enemigo ha recuperado su fuerza.
Ya no hay duda.
¡El Señor Demonio ha resurgido!
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